lunes, 12 de marzo de 2007

Católica desde la infancia, cuando quiso acabar con su existencia, tuvo el mayor problema moral de toda su vida. Lo resolvió comenzando a trabajar en el circo. Como blanco humano del lanzador de cuchillos. Sabía que él, avejentado y con tendencia al alcohol, era el peor de todo su gremio. Sin embargo, durante la primera gira que hicieron juntos, sólo una vez sufrió un pequeño rasguño. En esa herida él lo pasó peor que ella y supo así que se había enamorado.

Tenerla enfrente como diana, le hizo volver a ser el de antes. Su pulso ya no temblaba y siempre sonreía, seguro, antes de lanzar sus proyectiles. El público lo volvió a adorar. La plenitud del lanzador contrastaba con la imagen desgarrada de ella, a quién el renacimiento de esta habilidad la alejaba de su deseada muerte.

Fue justo el último día de una gira por Europa cuando por fin, llevado por la compasión, decidió liberarla de sus sufrimientos. Cuando ella levantó la vista y vio que una lágrima resbalaba por su mejilla, comprendió, al instante, que ese sería el último lanzamiento. Justo antes de que el cuchillo atravesara ambos corazones, ella supo que se había enamorado también.

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4 comentarios:

susana dijo...

Muy lindo el cuento.

Me ha traido recuerdos de una bela pelicula 'la chica del puente' de Patrice Leconte

Anónimo dijo...

Si, fue al ver la película cuando se me ocurrió el relato. Una película preciosa que por cierto, vi gracias a niñocactus.

Patricilla dijo...

Ya que no te animas a colgar un nuevo cuento...te propongo un comienzo...
"-La mujer suicida lo tenía todo planeado. Tres cartas sobre la mesa ponían punto y final a una larga vida llena de penurias. No fue difícil tomar aquella decisión..."
^^

Anónimo dijo...

así son las historias de amorrr