martes, 10 de julio de 2007

Soledades

El Doctor Martín Martínez abrió su agenda. Sólo quedaba un último paciente, Fernando Fernández. Se acordaba de él. Un esquizofrénico múltiple al que había curado seis meses atrás, consiguiendo que, por fin, dejara de escuchar voces. O eso creía. La nueva visita parecía desmentir la efectividad de su tratamiento.

Se abrió la puerta y apareció Fernando. Su aspecto no había cambiado mucho, lo que a todas luces no era muy halagüeño. Seguía teniendo unas enormes ojeras que marcaban con grises y negros su mirada, creando un muro que impedía que el color azul de sus pupilas pudiera salir al exterior. Mantenía también aquellos hombros caídos, que mostraban en su abatimiento el peso de una terrible carga, invisible para todos, menos para él.

- Buenos días Fernando ¿Cómo se encuentra?

El paciente lo miró a los ojos y se tomó unos cuantos segundos antes de responder, cuando lo hizo utilizó una voz ronca pero desvalida.

- Verá doctor, estoy curado, ¿sabe usted? Pero también peor. Desde que usted hizo que se fueran me siento vacío. Usted me sanó y ahora me preguntaba… ¿podría usted hacer que volvieran las voces? Sin ellas me siento solo.



3 comentarios:

Anónimo dijo...

hay una canción que dice: "mejor loco que mal acompañado" , supongo que a veces las voces que creamos nos escuchan mejor que nadie...

M dijo...

eso prueba que hay veces en las que pretendemos "salvar" a personas que, quizás, no quieran realmente ser salvadas...

dejame ser un niño para no darme cuenta

susana dijo...

Todos tenemos voces interiores...

http://dejamequetecuentelimegno.blogspot.com/2007/01/narradores.html