martes, 26 de enero de 2010

Alfonso

Los hombres que a mí me gustan no saben llorar.
El primero con el que salí tenía problemas de retención. Las lágrimas se le quedaban dentro. Después de algunos hipidos, sus párpados comenzaban a hincharse, y había que darle un pequeño pinchazo con un alfiler.
Otro, el más guapo, lloraba hacia arriba. Pero era tan sensible que parecía gastar un bote de gomina a la semana.
Mario lagrimeaba por aspersión. Bruno solamente por un ojo. A Manuel le salía todo por la nariz. Y Gustavo guardaba cada lágrima en cajitas ordenadas por fecha.
Por último llegaste tú, y cambiaste las lágrimas por sonrisas.

NiñoCactus

Como a ti te gustan

Los hombres que a mí me gustan no saben llorar, decía. Y yo sintiéndome orgulloso. Allí, de pie, a su lado. Una persona calmada, que no se deja llevar por los sentimientos, capaz de mantener distancia al hacerse cercano. Alguien que no muestra su debilidad. Así le gustaba yo...

Pero a ti te encanta besarme las lágrimas cuando vamos al cine. Mi niño, me dices, mi niño sensible. Tú no eres como los demás, añades. Y yo te respondo: Como los demás no. Yo soy como a ti te gustan.


NiñoCactus

miércoles, 6 de enero de 2010

El Tercer Botón


Era que se era una vez
la historieta de un botón,
que soñaba cada noche
con ser un gran girasol.
Y cuando por la mañana
abrochado a una camisa,
se observaba en el espejo,
su sueñito se rompía.

“Si al menos fuese la tela
de un color más amarillo;
si en vez de ir siempre hacia el frente
fuera al cielo donde miro...”

Nunca nadie le hizo caso
al quejarse en el ropero,
hasta el día en que un zapato
le contestó a su lamento:

“Tienes el mal de los hombres,
que ansían lo que no alcanzan,
con los ojos siempre puestos
en aquello que les falta.
Así se pasan el tiempo
sin saber que justo al lado
tienen la luz de sus vidas
iluminando sus pasos.”

Se pasó toda la noche
Dando vueltas en silencio.
“¿Qué será?”, se preguntaba,
“¿aquello que yo no encuentro?”
Por eso cerró los ojos
para así ver nuevas cosas
y en seguida lo escuchó
latiendo bajo la ropa.
¿Cómo nunca se dio cuenta
del lugar privilegiado?
Pues siempre el tercer botón
tuvo el corazón debajo.


NiñoCactus
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