«Se va a estrellar», dice mamá. Y todos corremos a la ventana. El pequeño pega su nariz al cristal y mira hacia todos lados. Todavía no tiene práctica. El resto ya lo hemos identificado: el hombre en bicicleta, el del traje color crema. Parece sacado de una película antigua, con su sombrero y su maletín. Ni siquiera va rápido aún, pero tiene un algo como de ausencia luminosa.
Entonces ocurre: el hombre empieza a coger velocidad, su cara se vuelve brillante y un segundo después sale despedido hacia el cielo.
Una vez pedidos nuestros deseos, es hora de volver a la tarea.
1 comentario:
No solo es un riesgo, es la única forma de evidenciar que en la vida todos alguna vez tropezamos.
Salud-os
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