En un pueblo
que se llamaba Visavis, los habitantes tenían prohibido hablar en grupos de más
de dos personas. Resultó complejo organizarlo, pero enseguida se acostumbraron
a la normativa. Las clases se impartían a un único alumno, quien luego
explicaba la lección a otro, y este a otro más. La tienda tenía turnos de diez
minutos por familia. Y en el bar se dispusieron reservados para cumplir la ley.
Solo los mayores recordaban por qué se adoptó aquella medida, sin embargo
callaban por miedo. Excepto la abuela de Emilio, que tenía demencia, y contaba
cómo una vez todos se pusieron de acuerdo contra sus opresores...
NiñoCactus
NiñoCactus
2 comentarios:
Me gusta ese final que lleva al título. Y sí es un buen título porque es real.
Besitos
madre mía... acabaremos así..
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