miércoles, 28 de noviembre de 2007

Pepita

A sus setenta y siete años lo único que mantenía a Pepita atada a este mundo era espiar a sus vecinos.

Pepita era una mujer menuda, empequeñecida aún más por el peso de más de tres cuartos de siglo. Nunca había tenido hijos y hacía ya siete años que sus negras ropas delataban su viudedad. Desde entonces su único interés en la vida era comentar con las vecinas los cotilleos que ocurrían en el edificio.

Se aplicaba a esta afición con pasión. En una misma tarde podía comentar con una vecina que la hija del matrimonio del 1º se había colado, a hurtadillas, en casa de los Fernández, justo el fin de semana en que éstos habían dejado solo a su hijo. Con la estudiante que vivía de alquiler en el 3º B que Mauricio Martinez, el raro transportista, había tendido una semana atrás un tanga rosa en su balcón y con la limpiadora del 2º, que los recién casados del ático no parecían llevarse del todo bien.

Cotillear era lo único que mantenía a Pepita con ganas de vivir.

Dedicaba todo el día a observar a sus vecinos y por eso conocía, al dedillo, la vida de todos ellos. Lo sabía todo excepto una cosa. Había un enigma que aún no había conseguido descifrar: las misteriosas reuniones que a principios de cada mes se realizaban en la portería. Se producían siempre en la oscuridad, después de la media noche, y a ellas acudían, uno tras otro, todos los vecinos del edificio. Todos menos ella, que nunca había sido invitada.

Había un motivo por el que Pepita no era convocada. Cuando se juntaban en esas asambleas clandestinas los vecinos del inmueble decidían si Mauricio dejaría un nuevo tanga en el tendedero, si los recién casados serían más cariñosos entre sí y todos los nuevos chismes que durante ese mes representarían ante Pepita para mantenerla aferrada a la vida.

11 comentarios:

Ning1 dijo...

Para Pepita, la vecina que me espía.

Anónimo dijo...

genial...muy bueno!!!otro que no sé si contar!!! gracias

Patricilla dijo...

ey no! que tu ya tienes el del eclipse! este lo quiero yo! admás...conozco bien a pepita...verdad ning1? una entrañable historia ^^

Anónimo dijo...

Yo también la conozco. Lo que no conocía es que había quien se dedicaba a incentivarla.

Es que, vamos, que el estudiante del primero cuelgue una tanga rosa...

Jill dijo...

Jo, que vecinos tan geniales. Si llegan a ser los míos la dejan pudrirse de aburrimiento.

¡Muy buen cuento! Ya los empezaba a echar de menos...

Alter Media Mkt dijo...

Te felicito. He leido varios de tus cuentos y son excelentes, en especial "Nicolás". Tan es así, que ya lo publique en http://joseramonsoto.spaces.live.com, claro está, respetando tu autoría. Me gustaría que me autorizarás a mantenerlo ahí, y a publicar algunos otros de tus cuentos (nuevamente respetando tu autoría). De la misma manera, si no es de tu agrado la idea, hazmelo saber y los retiro sinningún problema.
Antes de despedirme, felicidades nuevamente por tus excelentes cuentos.

Ning1 dijo...

Pues, Jill bioskop, la verdad es que de todos los vecinos que aparecen en este cuento sólo te podría dar a Pepita, la vecina de enfrente de mi casa que, a sus setenta y pico años, conoce mi vida mejor que yo y me dice que soy como su hermano. El problema es que ya la voy cogiendo un poco de cariño... así que me voy a quedar con sus miradas a través del ganchillo y sus timbrazos inoportunos. ¡Lo siento!

Ramón, me alegra que te gusten mis cuentos y tienes mi permiso para publicarlos en tu blog, te agradezco mucho que indiques la fuente (realmente podrías ponerlos y seguramente no me enteraría nunca). Por cierto, que me gustó lo que leí en él, pero no tengo cuenta MySpace para poder dejarte comentarios :(

Anónimo dijo...

Pero que chulo el cuento. Seguro que alguno de los vecinos sería capaz hasta de dejarse las llaves puestas en la cerradura, con tal de darle vidilla a Pepita... jeje.

Un saludo!

Anónimo dijo...

MI vecina (no Pepita, sino MI vecina), se dejó el sábado las llaves en la cerradura. Y la semana anterior, dejó la basura en la puerta con una colilla mal apagada dentro. Total que aquello empezó a echar humo que era una gloria como estaba la escalera.

Nunca pensé que fuera por darme vidilla, pero vete tú a saber.

Anónimo dijo...

uyyyy me encantó...!!!
que hermosa capacidad tienes para escribir...
me gusta mucho...!!!

Cecilia Varela dijo...

jajajja
es genial!